Soy comadrona, desde hace muchos años, tenía un deseo, que era ir a una expedición de voluntaria a Africa, y por fin se ha cumplido. Aunque no tiene nada que ver con mi especialidad, conocía a Elena desde que éramos pequeñas (inseparable amiga de mi prima Inés), y siempre la hemos admirado toda la familia.
Empecé el contacto con la fundación ahora hace un año, cuando me apunte para voluntaria de la tienda (un día a la semana), donde de otra manera empezamos nuestra relación con las expediciones.
Como decía , por fin se ha cumplido mi deseo, acabo de volver de Mozambique, y tengo que decir que ha superado mis expectativas.
En esta ocasión, éramos 9 personas, la jefa Elena, excelente cirujana y además gran curranta, Guillermo cirujano Argentino como único representante masculino ,que nos dio la alegría y la gratitud, Andrea , desde galicia, con su serenidad, visitaba antes y después a los pacientes, Simona, Italiana , anestesiaba , pero sobre todo preparaba anímicamente a todos y cada uno, Miriam y Ale , las instrumentistas, espectaculares profesionales, que sin ellas, nada seria posible y las voluntarias, la Catalana Isabela (veterana en expedición), y la Andaluza y joven Alba, junto conmigo intentábamos poner nuestro granito de arena. También la ayuda de los profesionales locales, que curraron tanto o más que nosotros.
Los pacientes; me imagino sus nervios antes de la intervención, durante la intervención estaban todos aterrados y al día siguiente les cambiaban las caras, cuando se les destapaba el vendaje y podían ver.Esto es lo mejor de todo, sus caras de felicidad y gratitud, compensaban con creces todo el agotamiento que llevábamos encima.
Agotamiento, que empieza el día de llegada montando el quirófano, los cinco días de intervenciones, casi 12h y 339 cataratas. El último día con el desmontaje y despedida de el quirófano.
Me gustaría mencionar a la casa O’Gaiato , donde estuvimos hospedados, el magnífico personal humano que lo dirige y que nos cuidó en todo momento. Gracias a todos.
A esos 150 niños huérfanos que nos dieron una lección de educación y humanidad, pero sobre todo recordare sus sonrisas y sus abrazos matutinos que nos daban gasolina para todo el día.
En conclusión, gracias a la fundación Elena Barraquer y a todos con los que he compartido estos días por esta experiencia inolvidable, donde aprendes a dar valor a lo importante, y donde recomendaría ir a todo el mundo.
Isa Marti