Mi primera experiencia de voluntariado.
Podría empezar diciendo que mi experiencia en Mauritania ha sido fantástica y muy positiva, pero eso no podrá reflejar nunca los sentimientos, miedos frustraciones y alegrías que este viaje me ha proporcionado.
¿Como contar brevemente una experiencia única, humana, que madura en tu cabeza desde hace tiempo?! ¿Qué se puede decir de un equipo de 10 personas que dan su tiempo y el máximo de ellos mismos para mejorar la vida de otros seres?
Así empieza la historia…
Nos encontramos muy temprano en el aeropuerto, 27 bolsas enormes con material y maletas de mano grandes a explotar o minúsculas con lo mínimo. Todos de azul 9 mujeres y 1 hombre, orgullosos del logotipo «#NoMasCataratas».
Largas horas de viaje donde hay tiempo de conocerse, hablar de experiencias vividas e intercambiar detalles, no muy íntimos, apenas nos conocemos. «Las nuevas», escuchamos y tímidamente contestamos a lo que nos preguntan.
Llegamos a Mauritania, colas administrativas, cansancio y sonrisas, el humor no falta. Descanso y la excitación de un nuevo día. Atravesar el desierto en 7h esperando lo inesperado (bus con todas las maletas de material que se estropea a las 3h de viaje) y encontrar la solución más adecuada, rápidamente. Al fin llegar y «ponerse las pilas» para operar lo más rápido posible.
En un país musulmán, cada uno reacciona a su manera, como dicen ellos: «la mujer manda en casa, el hombre fuera» (dejadme dudar de ello)??? Una vez aclarado en la clínica quien manda y quien dirige, «Jabba el Hutt» cuida de nosotros.
Trabajo intenso, conocer cada expresión, cada nombre, entender el quirófano, la sala de anestesia, el consultorio y la duda se instala… ¿qué corcho hago yo aquí? ¡Nunca llegaré a acordarme de todo! Y el apoyo de un equipo atento: «no te preocupes, todo irá bien, pregunta, nosotros te decimos». Así que coges ánimos y ¡Inshallah!
Días largos e intensos, llenos de música, nervios a flor de piel, con altos y bajos, pero con buen humor y dinamismo a tope.
La eficacia y los conocimientos de la oftalmóloga hacen de la consulta un lugar de acogida.
La dulzura del acento italiano en sala de anestesia aporta el contacto directo con el paciente (araña incluida). La eficacia personificada de dos mujeres con carácter, la calma escondida de las instrumentistas y un ligero acento argentino en quirófano hacen de él un lugar… ¡interesante!
Poco a poco todo encaja y sino, se improvisa. Comida rápida y la satisfacción de poder tomarse una cervecita fresquita («llamado aceituna» para no rozar la sensibilidad musulmana) al final del día.
Último día, baile de fin de curso en el quirófano y la satisfacción de haber contribuido a operar 245 cataratas.
Viaje de regreso con un poco de todo: tempestad de arena, accidente de camión, lluvia, el aire acondicionado deja de funcionar y el bus se adentra en un camino donde entierra la rueda, humor y alegría no faltan. Sanos y salvos llegamos al día de reposo, visita de un mercadillo para conocer las costumbres locales y el regateo asegurado. Viaje de regreso en clase superior que se aprecia un montón, se empieza a hablar de la realidad de cada uno, inevitablemente haces el balance de la vivencia.
¿Qué importa la clase de hotel, lo que vamos a comer, la suciedad o si las calles están asfaltadas? Sabemos por qué vamos de voluntario, todos con el mismo fin en un mismo proyecto, cada uno aporta su granito de arena y la unión permite mejorar la vida de los menos afortunados que nosotros.
¡Volvemos contentos de haber contribuido, tristes de despedirse de un grupo único, felices de volver a ver a los nuestros y con muchas ganas de repetir!
Anna Adjadj
Voluntaria