Ha pasado una semana, concretamente 8 días, y no me quito de la cabeza cada uno de los días que hemos vivido en la ciudad costera de Nouadhibou. Desde el primer momento que aterrizamos en el aeropuerto de Nuakchot me pareció un auténtico “shock” cultural, que supuestamente creía conocer de haber leído, estudiado y de estar al día en las noticias pero realmente uno no es consciente de la realidad hasta que topas con ella de frente.
Recuerdo que en el tercer avión que cogimos con destino final Nouadhibou, vi entrar a una niña con estrabismo y pensé para mi “¿vendrá un día de estos a la clínica a consultar?”. En efecto, el lunes por la mañana apareció para ver si había algún remedio o podíamos ayudarla de alguna forma. Esta niña y su madre no eran las únicas que recorrieron cientos de kilómetros para que les atendiéramos.
Cuando estudias oftalmología, de las primeras cosas que te enseñan son las principales causas de ceguera y las cataratas son la principal causa de ceguera reversible en el mundo. Cuando llegas a África esa realidad es tangible y afortunadamente es tratable en la gran mayoría de los pacientes. En esta expedición durante 7 días de duro trabajo y aproximadamente 1550 consultas (incluyendo los pre operatorios y las revisiones quirúrgicas) se ha ayudado a 248 personas a recuperar la visión perdida a causa de las cataratas. Estos pacientes venían con agudezas visuales muy muy bajas, en percepción luminosa y algunos de ellos llevaban años sin ver. Las emociones y caras de felicidad de cada uno de ellos al revisarles al día siguiente en la consulta eran tan gratificantes que son difíciles de describir con palabras. Recuerdo una señora con un brazo amputado a causa de un accidente, que no veía más allá del movimiento de sus manos, lo cual le dificultaba mucho el desarrollo de su vida cotidiana, cuando le destapamos el ojo al día siguiente, lo único que gritaba era “mashallah”, es una palabra árabe que se usa para expresar la satisfacción, alegría, alabanza o agradecimiento por un suceso o persona mencionada. Otra bonito recuerdo que tengo del último día es el de una mujer muy joven y ciega de los dos ojos con una enfermedad crónica de la la piel, al ver las caras de las personas no podía contener las lágrimas.
Todos ellos mostraban sus alegrías y emociones de diversas formas en definitiva estaban tan agradecidos por el trabajo realizado, lo cual nos reforzaba más y más para intentar seguir visitando y operar el máximo número de cataratas posible durante la expedición. Y sobre todo, después de un gran número de pacientes vistos, un idioma que no entiendes y una cultura completamente diferente a la tuya, te das cuenta que no importa el origen, la religión o el idioma porque con los gestos todos los seres humanos son capaces de entenderse.
La expedición además te conecta con gente maravillosa que de otra forma hubiera sido difícil coincidir y cuyo denominador común es intentar aportar un granito de arena. ¡Realmente creo que este objetivo se ha conseguido y me siento muy afortunada de haber podido formar parte de ello!
Dra. Isabel Sendino.
El 28 de mayo de 2022 es una fecha que no podré borrar nunca de mi mente, mi primera experiencia como voluntaria. Te pones tu polo fucsia y acudes al aeropuerto a conocer a ocho personas que serán tus compañeros. Personas desconocidas, en ese momento, pero que parece que os conocéis de toda la vida. Una mezcla de emociones te invade cuando te encuentras en la puerta de embarque a punto de partir hacia aquello que anhelaba desde hacía tiempo y con la ilusión más grande del mundo.
Los días fueron pasando y fueron una mezcla de satisfacción y cansancio, pero no te detiene. La gratitud que nos transmitieron los pacientes a los que atendimos, nos daban el combustible necesario para seguir adelante. Cada uno de ellos era especial, con una historia, y nosotros estábamos aportando nuestro granito de arena a que, con una cirugía, pudieran recuperar la visión. Eso no se olvida.
Todo esto fue posible gracias a la magnífica coordinación de la Fundación Elena Barraquer; por ponernos las cosas tan fáciles. Gracias a mis compañeros y familia de expedición, por hacer de esta una experiencia INOLVIDABLE. Fueron días largos pero llenos de trabajo en equipo, música y de buen humor, ¡LA UNIÓN HACE LA FUERZA! Y con ellos, me he sentido más fuerte que nunca.
El último día de cirugía se respiraba un ambiente diferente en el quirófano. Sabíamos que ya llegábamos al final. Pero volvíamos contentos y satisfechos a casa, después de haber contribuido a que 248 personas se les haya iluminado la vida de nuevo.
Es muy complicado describir en pocas palabras lo que se siente después de haber vivido esta experiencia. Solo puedo decir que, sin duda alguna, es una de esas primeras veces que te cambian la vida.
Gracias de todo corazón.
Rosalía Marí
Enfermera