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Os llevo en mi corazón equipo de Gabón

Os llevo en mi corazón equipo de Gabón

Cuando Teté me pidió escribir esta crónica, rápidamente pasaron por mi memoria como en una película todas las imágenes de mis vivencias con la Fundación Elena Barraquer. Conocí a Elena hace un poco más de dos años, y enseguida me conquistó esa personalidad de líder nato, segura, inspiradora y que te atrae como un imán hacia su proyecto.

Fue así que, sin tener nada que ver con la oftalmología ni la medicina en general, decidí formar parte de sus expediciones como ayudante de campo. Mi primera expedición fue a Conakry en el 2018, donde sentí que el granito de arena que había dejado mi labor «secundaria» había impactado de manera tan positiva en esa gente, que me hice la promesa de repetir expedición una vez al año.

Como la experiencia es un grado, este año pude ver las cosas con más perspectiva, menos nervios porque ya sabía donde mi labor podía aportar más, así que por segunda vez me encargué de la esterilización del instrumental. Es verdad que nunca sabes lo que te vas a encontrar cuando te bajas del avión, sólo sabes que eres una pieza importante de ese puzzle que cambia vidas a su paso y eso en si, ya es una gran responsabilidad.

Me gustaría hablar en particular del caso de Lidie, una chica de 38 años casi ciega por las cataratas en los dos ojos. Vino a consulta llena de miedos, inseguridades y sobre todo desconfianza… le costaba comunicarse y a nosotros hacernos entender (la barrera del idioma… qué lastima!!) … Cuando la operaron del primer ojo, los cirujanos le ofrecieron operar también el segundo, pero se negó rotundamente, intentamos convencerla por todos los medios a nuestro alcance, (señas, sonrisas, etc.) pero estaba tan asustada y angustiada que no hubo manera de hacerla entrar en razón y desistimos para no estresarla más. Pero sucedió el milagro que hace posible la FEB !! al día siguiente, al quitarle las gasas del ojo operado y ver los resultados, enseguida se puso a la cola para que le operasen del segundo ojo sin que nadie le insistiera. Sólo hay que ver su gran sonrisa para saber que sin lugar a duda, a partir de ese día su vida cambió a mejor.

Aunque sólo hubiese sido para ver un caso como el de Lidie, para mi ya valió la pena participar de esta expedición… pero es que en cada viaje cambiamos la vida a muchas personas como Lidie y eso no tiene precio.

Quiero mencionar también a todo el equipo con el que compartí esta gran experiencia… Miriam, la instrumentista de Elena, paciente, cercana y muy profesional, transmite calma y eso se agradece mucho cuando las auxiliares son gente inexpertas como nosotras. Jorge, el segundo cirujano y Sonia su instrumentista, la pareja de León… serios en el trabajo y muy divertidos fuera de quirófano… se necesita gente así para bajar el stress y trabajar a gusto. Melani, la canaria, pese a su imagen frágil y de niña buena, por dentro está la persona luchadora y con agallas, que lidió sola con más de un centenar de pacientes sin bajar los brazos y supo mantener la calma cuando la situación parecía que iba a desbordarla. Olatz, la anestesista, bajo esa imagen de chica dura del norte se esconde una personalidad afable y que transmitía confianza a los que estábamos a su lado. Inés y Angels (las catalanas) y Gloria (la cordobesa), ayudantes de campo como yo, de ellas destaco su entrega, compromiso, trato fácil y mucha alegría… características imprescindibles para formar equipo sin apenas conocernos. Os llevo en mi corazón equipo Gabón!!

No voy a engañar a nadie, el trabajo es duro, las condiciones e instalaciones no siempre son las mejores, son muchas horas y a veces surgen situaciones a resolver sin los recursos que estamos acostumbrados a tener aquí, pero creo es justamente aquí que radica el encanto de esta labor, ya que además de cambiar vidas allí, sobre todo cambias la tuya, porque al volver valoras mucho más lo que tienes, agradeces el haber nacido en este lado del mundo y haber aprendido a salir airosa de situaciones nuevas y que están totalmente fuera de tu zona de confort.

Quiero agradecer a las Hermanas polacas del Saint Joseph, quienes nos cuidaron en todos los sentidos, estoy segura que nos dieron mucho más de lo que tienen para ellas mismas con el sólo afán de hacernos sentir como en casa. Una mención especial para Sor Elza, su sonrisa constante nos daba los buenos días y nos despidió en el aeropuerto.

Mis últimas palabras pero no menos importantes, para Teté y María, gracias por vuestra excelente coordinación y tenerlo todo controlado.

Esperando ya la expedición 2020 para sacarme el master en Statin !! 🙂

Montse Vivero