El pasado mes de abril un equipo de Fundación Elena Barraquer puso rumbo a Mozambique para realizar nuestro cometido, operar de cataratas a aquellos que lo necesitaran. El resultado fue un éxito rotundo, un total de 356 operaciones, 1600 consultas y más de 500 gafas entregadas. Y como es habitual, os dejamos una muestra de lo que nuestros voluntarios vivieron en esa expedición, porque no hay nada mejor que ponerse en la piel del otro para vivir, desde su punto de vista, sus experiencias y saber qué se siente.
No es la primera vez que vivo una experiencia como esta, pero aunque antes de ir ya esperas algo, nunca te deja de sorprender. Para mi, personalmente, es tanto lo que recibo que no conozco ninguna otra situación en la que yo me sienta más feliz. Cada viaje resulta mágico, tanto por la relación que se crea entre los compañeros, que no nos conocemos, y en el tiempo que dura en el viaje se crea tal vínculo que al llegar al destino se trabaja y convive con una coordinación que da la sensación de haber estado haciéndolo durante años. Todos con un mismo objetivo dar lo mejor de nosotros además de pasarlo bien y disfrutar de la experiencia. Por otro, lo que recibes de la gente local a la que vas a ayudar. Eso sí que es muy difícil explicar. Las sonrisas, los abrazos, las caricias y sobre todo las GRACIAS son tan fuertes que entran hasta dentro. Es tan bonito ver y sentir esa felicidad que trasmiten.
Lo que se siente en un viaje como este es difícil de explicar pero engancha mucho y crea adicción, no se puede comparar con ninguna otra situación, yo no al menos.
ES MÁGICO.
Edurne Erquicia
Voluntaria de Campo
Sensaciones miles, por un lado estoy muy agradecida por haberme dado la oportunidad de ser voluntaria en este viaje. Todo lo que me había imaginado fue poco, el grupo de trabajo increíble, todos muy unidos con el mismo fin, siempre con buen humor intentado ayudar al otro para que todo salga bien, yo estuve evaluando a los paciente para operarse acompañada por Edurne y Xavi, sentí que nos conocíamos de toda la vida. Los pacientes muy solidarios, comprensivos, agradecidos, fue lo que más impacto. Los lugareños que nos acompañaban lo hicieron de maravilla. Al destapar el ojo del primer paciente operado me emocioné muchísimo. Me costo mucho despedirme del lugar, de su gente, de los pacientes y de mis compañeros, al subirme al avión lloré por un largo rato, quería quedarme, hay mucho trabajo por hacer. Hoy cuento con orgullo y mucho cariño aquí en Buenos Aires mi experiencia que, sin duda, me ha marcado y me ha inyectado de ganas de seguir ayudando desde cualquier lugar.
Laura Ximena Molina
Oftalmóloga