Las 6 españolas, la italiana y el argentino en San Salvador”
Corría el 30 de octubre 2021, cuando pisaban suelo salvadoreño por segunda vez “las 7 españolas” (aunque hay una infiltrada que es en realidad una dulce italiana). Un grupo de mujeres que yo aún no conocía y cuyo objetivo era el de ayudar a 500 salvadoreños que, sin importar edad, situación socioeconómica, patología de base, credo o preferencias políticas, habían perdido su visión por causa de las cataratas.
Nuestras protagonistas vinieron de forma totalmente altruista, a operar a todos estos pacientes, y no solo eso, sino que habían viajado con todo su equipo quirúrgico. Además de ello y cómo es lógico el hecho de haberse desplazado y haber dejado sus vidas, sus trabajos, sus familias… atrás durante unos días para dedicarse a ayudar saber esto realmente a mí me conmovió, pues no es tan frecuente ver gente que sin importar nada, da su tiempo de vida, deja a sus familias, y deja a sus negocios para ayudar a gente que no conocen. Aunque yo no las conocía, su actuación hablaba ya de por sí solo de ellas y de su carácter, en definitiva de que pasta estaban hechas estas “señoras”.
Los pacientes a quienes operarían no gozaban de la posibilidad financiera para realizar la cirugía de modo privado, por lo que si no era por ellas seguramente hubiera pasado bastante tiempo hasta que ellos hubieran podido volver a ver.
Domingo 31 de octubre, pisa suelo salvadoreño “el único varón” del grupo de nacionalidad argentina que venía a completar el grupo (bendito tu eres entre todas las mujeres Gerardo).
Lunes 1 de noviembre, primer día de cirugía y como suele suceder, tuvimos algunos “problemitas” desde el comienzo… en el momento de encender todos los equipos, nos dimos cuenta de que la electricidad no era compatible con los equipos traídos de España. “Menudo problema”. Primer nudo que desatar, donde entre electricistas, alargos, enchufes, y todo tipo de artefactos que pudieran ser de utilidad, se solventó el problema y pudimos comenzar. Solventado ese primer obstáculo, a partir de ahí todo marchó muy bien. Entre la música en el quirófano y los chistes argentinos (que nunca faltan con “el Dr. Gerardo”) todo el equipo del Hospital Zacamil colaboró con la logística de los pacientes.
Antes de entrar a la sala de quirófano, la anestesista que por su hablar y acento dejaba ver su nacionalidad italiana preparaba dulcemente a cada paciente. Allí se acostaban en la camilla de Elena Barraquer “la jefa” o en la camilla del Dr. Gerardo Valvecchia.
Siguieron pasando los días y pasando anécdotas… Como por ejemplo, la rotura del esterilizador (algo elemental en un quirófano). Pero por suerte, si hay algo que destacar de la población salvadoreña que trabaja en el hospital Zacamil (donde se hicieron las cirugías), es la buena predisposición al trabajo. Así fue como, enseguida encontraron un nuevo esterilizador y lo prestaron para continuar la jornada.
Las voluntarias ayudaban con las mesas quirúrgicas, buscando las lentes, así como explicando a los residentes por qué se hacían las cosas de ese modo. Las «Instrumentadoras» trabajaban tan rápido o más, que los cirujanos.
Las conversaciones hacían transcurrir las horas de manera formidable cada día, y así los días pasaban y nos empezábamos a conocer más. El cansancio se comenzaba también a notar, pero siempre de igual manera el buen espíritu, ánimo y las risas permanecían cada día y en cada momento, al punto que al atravesar tantas horas y tantos días, juntos y con tantas historias compartidas tan fuertes, a medida que nos acercábamos al final, nos daba cierta tristeza separarnos … La relación se volvió tan unida que aún con el cansancio se buscó el momento y la energía para compartir no solo los almuerzos de cada día sino también algunas cenas en conjunto. Recibimos la visita, entre otros, del ministro de salud, de la prensa de la nación y de uno de los hermanos del presidente, a quienes pudimos mostrar todo lo que hace la fundación así como un cordial agradecimiento por su interés.
Así pues, se grabaron cirugías, se les explicó el procedimiento quirúrgico a los residentes, se les dejó insumos al hospital y ya llegando a el sábado (último día de trabajo) se recogieron todos los elementos de cirugía.
El domingo, el equipo tuvo unas horas de merecido descanso tras el cual tocó partir, con la gran la satisfacción de que además de todo lo contado (y algunos cambios de horarios de vuelo), quedó sembrada la semilla para capacitar al personal, ampliar el servicio de oftalmología del hospital, equiparlo y volver el año próximo nuevamente.
Alguna otra sorpresa más está conversándose y ojalá por el bien del país se cumpla todo esto.
No me alcanzan las palabras para agradecerles a todo el equipo de la Fundación Elena Barraquer y al equipo del hospital Zacamil todo lo realizado.
He conocido a “7 españolas” maravillosas, al Dr. Valvecchia quien me ha enseñado lo mucho o poquito, pero sin duda, todo lo que sé de cirugía y por eso no dudé ni un minuto cuando me dijo “están yendo las españolas ayúdalas”.
Aquí los esperamos cada vez que quieran regresar a trabajar o a disfrutar.
Dra. Sofía Ambrosetto